lunes, 5 de mayo de 2008

Vino Celta en Lombardia

Vino Lombardo

El vino parece evocar una estampa de gente culta y refinada que paladea lentamente y con delicadeza una añada de cuerpo excepcional. Sin embargo, de acuerdo con dos historiadores
Jarras celtas 'de trompo'. aficionados que además sienten una gran pasión por esta bebida, el norte de Italia tiene que agradecer a los bárbaros su larga tradición en la elaboración del vino. Luca Sormani, natural de Como, y Fulvio Pescarolo, de la pequeña ciudad de Robbio, cerca de Milán, han rastreado la cultura vinícola de la región hasta sus raíces celtas, y han empezado a producirlo siguiendo los métodos antiguos. Las tribus celtas del norte –lo que los romanos conocían como 'Barbaria'-conquistaron las zonas septentrionales de Italia hace unos 25 siglos, se
establecieron allí y comenzaron a drenar los pantanos, a trabajar la tierra y a cultivar vides.
"Hay algo de los bárbaros en nosotros", dice Pescarolo, que a sus 51 años pertenece a la novena generación de agricultores llegados de la región arrocera del oeste de Lombardía. "Sentimos que tenemos parte de su mismo carácter". El interés por todos los aspectos que tuvieran que ver con los celtas –desde la música hasta los ritos místicos- despertó en el norte de Italia a mediados de la década de los 90, avivado por la Liga del Norte, un partido que adquirió relevancia gracias a sus reivindicaciones de independencia para la región. Sormani y Pescarolo han aclarado que su interés por la cultura celta nunca tuvo ninguna relación con la política, y que, en de los símbolos y los ritos, decidieron estudiar lo que más iba con ellos: una mezcla entre la agricultura y la producción vinícola. "No es que queramos ponernos cascos con cuernos. No tiene nada que ver
con la mitología ni con el culto", dice Sormani, que obtuvo un doctorado en Agricultura y ahora tiene 40 años. "Nos sentimos parte de una tradición que se remonta a los tiempos de los celtas".
Desde un viñedo que se extiende sobre una colina artificial que sobresale en medio de la planicie de los campos de arroz en la zona occidental de Lombardía, Sormani recuerda cómo pasó años estudiando la historia de la región y cómo eso le llevó a alumbrar la idea de recrear una granja celta. "En [las ciudades norteñas de] Vigevano y Mortara se vive como si no tuviéramos historia", dice Sormani, "como si un día nos hubiéramos encontrado aquí de repente y hubiéramos empezado a trabajar en Milán. A mí eso no me gustaba. Yo quería averiguar de dónde veníamos y quién éramos. Y, como no era ni filósofo ni escritor ni poeta, como sólo era ingeniero agrónomo, comencé mi investigación a partir de la agricultura". Su proyecto echó a andar en 2000, después de conocer a Pescarolo. Los dos emplearon sus ahorros en constituir una réplica de las granjas celtas basándose en manuscritos antiguos. Querían revivir la historia de los celtas descubriendo sus gustos y sus costumbres, y, con una mentalidad muy italiana, el tipo placeres que se encontraban en la comida y el vino. Seis años más tarde, la pareja ya puede deleitarse con el fruto más preciado de sus esfuerzos: el vino celta, producido siguiendo las antiguas recetas y elaborado a partir de uvas cultivadas según los métodos celtas. El vino tinto, de color rojo rubí, posee un sabor intenso con un matiz herbáceo muy acentuado y deja un gusto final inhabitual, como de arena. "Este vino te produce la sensación de pertenecer a esta tierra, a tu historia". Te cuenta la historia de la gente que vivió aquí, la de nuestros antepasados", explica Sormani.
Sormani y Pescarolo presentaron su primer vino de la añada 2004 en la feria internacional Vinitaly de Verona, al norte de Italia, y dicen que obtuvo buenas referencias por parte de los críticos. Tienen intención de vender 300 litros de la cosecha de 2004 este año y 500 de la de 2005 el año que viene. Lo embotellarán en jarras de cerámica al antiguo estilo celta, llamadas 'de trompo' por su forma. Esperan vender el vino a restaurantes, bares y casas de subastas, y
encontrar allí a entendidos y aficionados a la cultura celta que estén dispuestos a pagar entre 140 y 160 euros por una jarra de 80 centilitros. Los beneficios les ayudarán a establecer un centro cultural de temática celta. "Quienes adquieran una de esas jarras y se lo lleven a casa tendrán la
oportunidad de viajar en el tiempo por obra y gracia del sentido del gusto", asegura Sormani.

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